Remontándonos a la época de Carlitos de Cuéntame (esa en la que los niños siempre pensábamos al ver fotografías que nuestros abuelos habían vivido en blanco y negro hasta la llegada del color), en esos pueblos de la España profunda en los que el punto de reunión eran el casino, la Plaza Mayor y su fuente, el cementerio en los días aciagos y la casa de lenocinio en los festivos; cuando nuestra Yolanda, Estefanía o Marta de turno se hacía novia de su Vicente, Anguiano o Alarico, cedía de manera casi oficial su nombre por el de “novia de”.