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Las melodías de mi gintonic: Componer con el gesto torcido

Cuenta Marsé que no sabe escribir una sola línea sin oír al bueno de Ben Webster (como no supo beber sin escribir ni escribir a ritmo de swing sin el recuerdo del alcohol en su largo período de abstinencia). De igual manera, el Nobel recientemente fallecido Gabriel García Márquez, confesó en una entrevista haber “quemado” discos y discos de The Beatles durante la escritura de Cien años de soledad. ¿Es acaso la música una especie de llave maestra de la alcoba de las musas, un poner ritmo al caos de pensamientos que zozobran en charcos de ruido, un ecualizador gráfico de los latidos del inconsciente? Recientemente oí a alguien decir que en la era del almacenamiento masivo en archivos que parecen ilimitados, la música tan pronto se consume es olvidada, no llegando a poderse a saborear sus notas con el sosiego y tiempo necesarios para ser recordados.

Indudablemente, la música se ha convertido en el ruido elegido de fondo de nuestro cotidiano quehacer multitarea. Atrás quedó la costumbre de oír durante horas música sin hacer otra cosa, la importancia de una buena cadena de sonido que reprodujera en Alta Fidelidad los ocho tracks del cassette o el CD… pero, si hay algo, un noble oficio o quehacer que aún respete el baile de silencios y vibraciones en el aire es el mundo de los destilados, y más concretamente, el de los gintonics. Beber un gintonic, para quienes vamos más allá de una moda baladí y nos consideramos apóstatas apóstoles de una religión menor, de una alquimia tan moderna como clásica, sabemos que, además de un arte en sí, es el complemento perfecto para una buena película, un buen libro, una buena conversación o una buena pieza. Es el smoking en un London Gentleman Club, el sombrero en un western, los cigarrillos que vende Auggie en Smoke… ¿De veras puede entenderse lo uno sin el otro?

Particularmente soy de los que entiende su gintonic como ese momento de tregua, asueto y sosiego. Como uno de esos momentos que ayudan a sobrevivir. En soledad o compañía, prepararme un gintonic con ritual hábito es detener la rueda del tiempo y saborear esas cosas que nos recuerdan que estamos vivos ¿Y qué si no es la música sino la búsqueda de la eternidad a través de la belleza? ¿ y qué el gintonic sino la beldad del placer? Bebida y música a menudo, tocan en el mismo escenario pues ambas se entienden mucho mejor la una con la otra. 

Componer (o beber) con el gesto torcido

 

Amy Winehouse, más allá de clichés, titulares y estilos de vida más o menos sanos, fue una de las mejores voces modernas que se recuerdan del jazz, R&B, soul y ska, obteniendo entre otros, con su segundo álbum “Back to black”, 5 premios Grammy. Su inconfundible peinado Beehive, su registro vocal contralto y sus tatuajes estilo cabaret crearon escuela. Lamentablemente, Amy se fue yendo poco a poco en lo mejor de su carrera, dejando una larga lista de hoy ya, clásicos del soul y el R&B.

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Click en la imagen para ver “Valerie” (Youtube)

Su mezcla de amor, destino fatal, erotismo naive y alma negra son al gintonic una genever como la Nolet´s Reserve, considerada la ginebra más cara (y exclusiva, quizá) del mundo. Con un 52,3% de volumen de alcohol, Nolet´s Reserve edita una pequeña y limitada tirada de una ginebra para tomar sola con hielo. El gintonic encuentra en Amy Winehouse una alargada sombra de ciprés, un oscuro pensamiento sin embargo, no demasiado grave, una fría soledad flotando en el suave y ardiente licor. Jamás sabremos qué buscaba Amy en los gintonic alrededor de los que casi parecía bailar en sus conciertos, si diversión, inspiración o el sentido a sus pasos en el complicado mundo de la fama.

Nolet´s

Hablar de Micah P. Hinson es ir de lo clandestino a lo emocional sin salirse de la cuneta lo justo para entender que, la vida en los márgenes arriesga el corazón sólo de aquellos que lo perdieron en algún bolsillo roto de una vieja chaqueta. Nacido en tierra de güisquis y bourbons (tierra en la que poco a poco se van abriendo paso sin embargo las ginebras London Dry), Micah P. Hinson encontró rápida inspiración a sus letras cuando, con 19 años fue encarcelado por falsificación de recetas con la finalidad de obtener ilícitamente valium y otras píldoras y barbitúricos similares.

Micah

Click en la imagen para ver “Patience” (Youtube)

Con un estilo entre el Folk y el indie, su último disco, grabado en Santander tras sufrir un aparatoso accidente en Tarragona en la productiva gira española, se desmarca algo más de sus desgarradoras melodías para acercarse más al bluegrass, gospel y rock&roll al estilo. Micah P. Hinson despoja al gintonic todo rastro de vida que los botánicos que componen la ginebra algún día tuvieron, dando sabores melancólicos en sorbos pequeños. Micah P. Hinson otorga al gintonic un efecto renovador y vital, haciendo de espejo ante el cual es imposible engañarse. Existencialismo en una copa rota a la que la guitarra abriga derritiendo lentamente los hielos que mantienen en la superficie la corteza del ácido limón.

Si hay un músico de tal magnitud e influencia en el siglo XX que, partiendo del country, haya pasado por tantos estilos (rock&roll, rockabilly, blues…) es Johnny Cash. De presencia humilde y algo perturbada en tribulaciones que narran sus canciones, el Man in black otorga al trago de gintonic la solemnidad de quien sabe fundamental la necesidad de detenerse unos instantes en el camino a mirar alrededor. La historia de Johnny Cash es la de un hombre que habla en nombre del Sur más rural de EEUU a través de su guitarra como quien se bebe la vida sorbo a sorbo a través de su gintonic, de quien entiende su sino de Solitary man frente al London Dry gin, hielo, tónica, limón quizá y algún pensamiento que rizar.

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