bitter

Bitter… bitter eres tú

-¿Azúcar en el té, Ladrillo? –No, Turco, ya soy bastante dulce. Aquel diálogo entre un entrenador de boxeo (Jason Statham) y un amañador de combates (Alan Ford) de la película Snatch: cerdos y diamantes (Guy Ritchie, 2000) está muy presente en mi vida; yo también soy demasiado dulce para azucararme el té o el café. Es más, si la ocasión lo exige, llamadme bárbaro si queréis, me permito la frivolidad de añadir unas gotitas de bitter en mi gin tonic.

Venga, confesémoslo. Hasta hace bien poco, a cualquiera nos hablaban de bitter y pensábamos automáticamente en la botellita roja de Kas, que por cierto hace años que no veo, no sé qué habrá sido de ella (se las habrá bebido todas mi colega Héctor, la única persona de menos de 80 años que conozco que las consumía así, a palo seco).

Esto, esto se bebía el amigo Héctor…

Si algo debo agradecer a los modernos y los hipsters es este redescubrimiento del bitter que viene ocurriendo en los últimos tiempos. Bueno, en realidad hay que agradecérselo a la pasión y dedicación de algunos locales y su personal, que se esfuerzan por hacerlo disponible a sus clientes; y, en algunos casos, hasta por fabricarlo ellos mismos, a sabiendas del punto de diferenciación que ello contribuye a crear.

El bitter es ese pequeño plus que permite alcanzar un nivel superior

Por si queda algún despistado por ahí: el bitter o bíter (del alemán, “amargo”) es una bebida alcohólica (entre 20 y 45 grados) altamente aromatizada con un sabor predominantemente amargo, realizando mediante la maceración (o destilación, pero menos) de muchas y muy diversas plantas, especialmente genciana, piel de naranja amarga, ajenjo, angostura, angélica, quina, milenrama… La más famosa, que no la original, fue el Amargo de Angostura creado en Venezuela por un médico prusiano llamado Siegert en 1822.

Bitters hay muchos, tanto comerciales como caseros, industriales o artesanales, ortodoxos y especialitos. Cada uno muy diferente de los demás, todos tienen en común un enriquecimiento aromático importante en cualquier combinado. Ensayad si no me creéis, probad a añadir unas gotas a vuestro gin tonic habitual, veréis como cambia. No necesariamente para mejor, pero habrá que probar, ¿no?

Desde aquí quisiera animaros por un lado a degustarlos, y por otro a fabricaros uno vosotros mismos (haz lo que bien digo…), aunque no tengas que empezar mañana. Es seguramente la mejor forma de afinar el paladar y aprender a reconocer de verdad qué es qué y qué encaja bien con qué en cuanto a aromas se refiere.

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