Ayer estuvimos cenando con unos colegas, una pareja polaca que trabaja con nosotros (con mi parienta y servidor, me refiero). Pensé que iban a venir con el vodka de rigor, ojo, que no me parece mal, o, como estamos en Francia, su botellita de pastis. Pero no. Aparecieron con una botella de litro de Gibson’s. Tuve que abrazarlos, aunque se sintieron algo incómodos. Cosas del shock cultural.
Y es que Gibson’s no es cualquier cosa. 37,5o, una botella clásica rectangular y una etiqueta blanca que se confunde con otras cien en cualquier estantería. Un precio bastante asequible y ninguna llamada publicitaria, ninguna rareza que la haga diferente. Una medalla en 2008 en un certamen no muy conocido. Sin embargo, estamos ante una de las ginebras más respetuosas con el estándar que podamos encontrar, por una suma más que razonable.